ARMANDO
REVERON
HISTORIA DE BRILLANTE LOCURA
Armando Reverón nació en Caracas en el año de 1889 y
aunque parezca mentira, en 1954, año de su muerte, Reverón era todavía un
desconocido. Su trabajo pictórico solo comenzó a ser divulgado un año después
de su desaparición física en 1955, al realizarse la primera retrospectiva de su pintura (no
de la totalidad de su obra, sino solamente de su pintura). El és el artista
Venezolano sobre el cual se han escrito el mayor número de artículos, ensayos y
libros, y es considerado por la mayoría de los críticos e historiadores de arte, como el artista más importante y universal de todos los que ha dado
Venezuela.
El 10 de mayo de 1889 nace en Caracas Armando
Julio Reverón, hijo de Julio Reverón Garmendia y Dolores Travieso Montilla.
Tras el fracaso del matrimonio de sus padres, el pequeño Armando es enviado a
la ciudad de Valencia, al hogar de los Rodríguez-Zucca, unos esposos de origen
canario que lo reciben y forman durante los primeros años de su vida. En la
capital carabobeña, Reverón cursa primaria con los padres salesianos y da sus
primeros pasos en la pintura de la mano de su tío, el pintor Ricardo Montilla
que, con sus enseñanzas, reafirma la vocación artística del muchacho. Bajo el
cuidado de los Rodríguez-Zucca, Reverón establece una estrecha relación con
Josefina, hija de la pareja, a quien aprecia como a una verdadera hermana. Las
paredes de la casa eran algunos de los primeros lienzos de Reverón, donde éste
intentaba retratar a la sirvienta de la familia, Juanita Carrizales. Los
Rodríguez –Zucca le contaban a doña Dolores sobre el temperamento "triste,
irascible y melancólico" de su hijo Armando. Entre los 12 y 13 años, sufre
de Tifus, lo que para muchos lo afectaría psíquicamente por el resto de su
vida.
En 1904, junto a su madre, Reverón se muda a la casona donde nació Francisco de Miranda, convertida en pensión, y allí conoce al joven pintor César Prieto, quien lo convence de inscribirse en la Academia Nacional de Bellas Artes, dirigida para entonces por Emilio Mauri. Hay quienes comentan que fue su tío Ricardo quien lo inscribió en la academia. Durante este período Reverón viajaba de visita a Valencia, se reunía con Josefina Rodríguez-Zucca, su hermana espiritual, con quien compartía sus obsesiones y sus inquietudes. En "Dama Tejiendo", la pinta en el jardín de la casa a la sombra de un níspero.
En 1910, instalado con su madre en una pensión de Torres a Madrices, Armando disfruta de las ventas de frutas y legumbres, le apasiona la plaza del mercado, y nacen sus naturalezas muertas. Al año siguiente, su rendimiento en la Academia Nacional de Bellas Artes merece la postulación de los profesores para una pensión de estudios en Europa. Su madre le ayuda a costear el viaje a Barcelona, España, donde ingresa en la Escuela de Artes y Oficios y Bellas Artes; allí, ya se encontraba su amigo Rafael Monasterios desde hacía un año. En el país ibérico recibe clases de color de Vicente Borrás Avella y Clemens le enseña dibujo. Reverón estudia el trabajo de Goya y el Greco. También se interesa por las obras de Velásquez.
A finales de 1912 regresa a Venezuela, según se cuenta, sin dinero. Una mente brillante y desordenada se refleja en las actitudes del artista. Por esos tiempos pinta el retrato de Enrique Planchart. Tras una corta estadía vuelve a España. Se inscribe en la Academia de San Fernando de Madrid en los cursos de Antonio Muñoz Degrein y José Moreno Carbonero, extravagante pintor maestro de Dalí. Estando en París, acogido por Fournier y la esposa de éste, Clotilde Pietro de Daudat, Reverón rechaza las obras de los creadores que están boga en la ciudad. No despiertan interés en él los trabajos de artistas como Cézanne, Picasso, Chagal o Modigliani. "O me mandan a buscar o me tiro al Sena", escribe Armando a su madre.
En su regreso a Caracas, en 1915, conoce a Samys Mutzner, un pintor impresionista rumano de modestas cualidades que ejerce cierta influencia en su trabajo. Residenciado en la casa de su tía Pepita Reverón de Martínez Zozaya, se hace asiduo visitante del Círculo de Bellas Artes, fundado en 1912 por sus compañeros de la academia caraqueña, quienes a pesar de su anterior ausencia, siguen considerándolo uno de ellos. Armando Es el centro de atención de escritores y pintores, asombrados por su conocimiento de la obra de Lope de Vega, Calderón de la Barca y de todo el movimiento literario del Siglo de Oro español.
En el año de 1917 muere su hermana de crianza Josefina Rodríguez-Zucca. Hundido en una gran depresión, Reverón se refugia junto a su madre en una casa de Pilita a Mamey. Conoce al acuarelista ruso Nicolás Ferdinandov quien lo influyó notablemente. Con Ferdinandov vivió breve tiempo en Punta de Mulatos. El impresionismo se hace notorio en su época azul o puntillista, que es cuando empieza a desaparecer la influencia española. Ferdinandov le brinda consejos que determinarían su futuro: conseguirse algo de dinero, comprar una vivienda que le permitiera aislarse y compartir su vida con una mujer humilde. Reverón comienza a pintar los primeros paisajes que definirían su período azul. Este período fue el más breve de todos. La obra predominante es "la Cueva", también se conocen: "Figura bajo un uvero" y "La Trinitaria".
Al finalizar 1917, se establece en La Guaira en el
local del Colegio "Santos Michelena". Se ganaba la vida dando clases
particulares. Alfredo Boulton, en su libro "La Obra de Armando
Reverón", dice: "Era un hombre quieto, más bien taciturno y
hermético, con cierta dificultad de expresión; de poca sociabilidad. Durante el
tiempo que estuvo en La Guaira hizo apuntes al carboncillo
y fue poca su obra al óleo".
Hacia 1918 conoce a una mujer llamada Juanita, con quien compartirá el resto
de su vida, convirtiéndola en su compañera, modelo y cómplice. En 1920, Reverón
expone en los salones de la antigua Universidad Central de Venezuela. Las
obras, doce óleos que muestran sus primeros temas sobre Macuto, comparten
espacios con los trabajos de Federico Brandt, Rafael Monasterios y del
carismático Ferdinandov, quien aseguraba que Reverón era el Dios de los
pintores. Un año después aparece "Paisaje de Macuto", un cuadro en el
que el Armando Reverón comienza a mostrar un estilo propio, desprendiéndose de
sus influencias.
Luego de varias mudanzas dirigidas por su deseo de aislarse, el artista compra un terreno al costado del río El Cojo en el litoral, donde se instala e inicia la construcción de la vivienda que lo alojaría durante los siguientes 33 años, hasta su muerte. Es por el año de 1921 cuando Reverón se radica en Macuto. Surge un nuevo periodo dónde una nueva interpretación de la luz se hace presente. Como se dijo, construye su rústica vivienda a la sombra de los cocotales, los almendros y las uvas de la playa. Al trasladarse a Macuto su vida cambió. Estuvo lleno de excentricidades, reflejo de su personalidad cada vez más esquizofrénica. Se dedicó a una serie de experimentos con la luz tropical. A tal punto, que en un momento dado, eliminó toda clase de colorido, conservando tan sólo para sus armonías el sepia de sus lienzos de tela rustica y el blanco.
Con el paso del tiempo, los lugareños
bautizan la casa de Reverón como “El Castillete”. En 1923 es víctima nuevamente
de una profunda depresión, cuando su amigo Ferdinandov decide marcharse a
Curazao. Reverón vive una difícil situación económica que apenas puede superar
con una modesta ayuda de su madre.
De 1923 a 1924 fue un período de transición en su trabajo pictórico. Hacia 1925 nace lo que se considera como su época blanca, de gran aporte a la pintura mundial. Reverón pinta "Fiesta en Caraballeda", una obra en la que el lienzo brinda su blancura palidez como recurso plástico. "Playa con figura de mujer", consolida la expresividad del período. Es el más importante y característico de su producción, y en el cual evolucionó totalmente la teoría del valor de la Luz Tropical y aportó un nuevo concepto de la alteración que ejerce la intensidad luminosa en los colores. Este período es explicado por Alfredo Boulton, como sigue: "búsqueda de una nueva síntesis que correspondía a planteamientos muy concretos sobre la fuerza y el valor expresivo de la Luz. Este periodo se vio caracterizado por el sometimiento de las formas, los volúmenes y los colores, al color blanco".
No obstante, su precaria situación económica
no le permite usar el tren para viajar de La Guaira a Caracas, por lo que camina
el trayecto cada vez que necesita viajar a la capital. Las largas caminatas le
producen llagas en las plantas de sus pies, y brotan gusanos en uno de ellos.
Esto retiene a Reverón en su guarida, más no su producción artística. "Oleaje"
y "Playa de Macuto" son las únicas obras que se le conocen en el año
1926. El siguiente año pinta "Juanita", el primer óleo en el que
retrata a su fiel acompañante. Con "Luz tras mi enramada", Reverón
lleva a los límites su delirio de la luz.
El artista está sumido en una ola de pobreza
que hace de estos años un padecimiento lento y continuo. Vende obras
importantes a precios muy bajos para saldar una deuda de 2.500 bolívares que
mantenía con la pulpería “Las quince letras”, embargada a su amigo Fausto
Duarte.
Desde
1929 su pintura se hace más densa y directa adquiriendo un sello personal. El
período blanco concluyó hacía 1934–1935. En 1936 se inicia su época sepia en el
cual utilizaba el propio color de la tela en su estado casi virgen. Durante este lapso, trabaja con
materiales de desecho que recupera en el Puerto de La Guaira o en cualquier
calle. Utiliza soportes de coleto y cartón que incorporan a su obra tonos
marrones. De aquí que se define el período sepia en la trayectoria del artista.
Aparecen varias gamas de tierras y su producción adquiere importancia por
la manera de aplicar la pasta. Muy representativo de esta época es su cuadro
"Cocoteros". Usaba con frecuencia los tonos amarillos, anaranjados y
ocres, como se aprecia en sus desnudos. El periodo sepia dio una nueva
dimensión al paisaje del Litoral. Eliminó, por completo, los azules de las
sombras. Este periodo, el más largo de todos, termina aproximadamente en 1949.
Los años de este período marcan cierta preferencia por la figura humana. Estas
tonalidades le acompañan hasta sus últimas obras. Los cuadros de esta época
tienen gran vigor y seguridad.
A principios de los 30’s, aislado y a la caza de la
luz, surgen sus primeros autorretratos. Alfredo Boulton organiza una exposición
en el Ateneo de Caracas para ayudar al artista; sin embargo, se venden pocas
obras, 200 bolívares es el mayor monto alcanzado por una de ellas. Años más
tarde, algunos de estos cuadros son expuestos en la galería Katia Granoff de
París. Aquellos que un día costaron 200 bolívares fueron cotizados en 30.000
bolívares
Cerca de El Castillete, el artista construye un
racho para alojar a su madre, anciana y enferma. Juanita se encarga de los
cuidados de doña Dolores. El 2 de enero de 1942 finalmente acabarían para
siempre las migrañas que afectaron durante toda su vida a la madre del artista.
Muere doña Dolores. Reverón se sumerge en un profundo dolor y sufre un
desequilibrio mental. Es atendido por el doctor J.A. Báez Finol. Dos meses
después se recupera y vuelve a pintar; sin embargo, se aleja de los paisajes y
la temática de sus cuadros recrea el mundo mágico en el que se refugia. Así
comienza la etapa que lo consagraría como un verdadero precursor, si no el
primer exponente del expresionismo en estas latitudes.
En 1945 es internado en el Sanatorio del Dr. Báez.
Estuvo inactivo cerco de dos años. Del Sanatorio regresa a Macuto y entra ya en
la etapa final de su producción. En 1948 Utiliza tizas y lápices de colores.
Este mismo año expone en el Taller Libre de Arte. Otra exposición de su período
blanco es presentada en el Ateneo de Caracas.
En 1949, con la ayuda de Alejandro Otero, expone en el Taller Libre de Arte. Dos años después presenta su tercera exposición individual en el Centro Venezolano Americano.
Para 1952 su estado mental es inquietante. Su producción baja y su calidad
artística empieza a resentirse. El Salón Oficial de Arte Venezolano le
otorga en 1953 el Premio Nacional de Pintura, el primer reconocimiento a su
obra. Al año siguiente, Reverón se refugia en El Castillete, retraído y
solitario ante los ojos de la gente, siempre acompañado por sus muñecas y por
una incondicional amistad, su más fiel oyente: la luz y el aire, que lo
acompañan en sus recorridos por la playa. Ese año el artista es llevado nuevamente al
sanatorio “San Jorge” del doctor Báez Finol y es internado ya definitivamente. Durante los ocho meses que transcurrió en él, su
sensibilidad no le abandonó. Hasta el momento de su muerte dominó plenamente
sus facultades artísticas. Doce fueron los cuadros que realizó en el Sanatorio
de Báez. Sus modelos eran los propios enfermos, las enfermeras o los jardines
del hospital. Uno de sus últimos cuadros, que pertenece al Museo de Bellas
Artes se llamó "Paisaje".
Reverón no dejó escuela ni seguidores. Su estilo se
alejó siempre de la rutina, del conformismo. Era personalista hasta en el modo
de utilizar el pincel. El problema luz-color fue vital en su vida. Creó la
expresión y su dibujo es recio y sólido. Su obra variada en calidad; de gran
sinfonía plástica en cada período, alcanzando siempre una alta
creatividad.
Finalmente fallece el Sanatorio “San Jorge”,
el 17 de septiembre de 1954.
Bibliografía:
Pulido José, "Reverón: El genio humilde de aquel solazo", BCV Cultural, Año 2, No. 4, 2000.
Pulido José, "Reverón: El genio humilde de aquel solazo", BCV Cultural, Año 2, No. 4, 2000.
Diccionario de Historia de Venezuela,
Fundación Polar, 2da. Edición, 1997.
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