En
el centro monárquico español muchas de las realidades coloniales no
eran como se creían. Los hechos se transfiguraban a lo largo y ancho de
las distancias geográficas y las dificultades de comunicación. Sobre
todo en la comunicación deshonesta que recibían las autoridades
imperiales de parte de inescrupulosos buscadores de poder, que se
atribuían gloriosas hazañas realizadas por otros, o se daban a la tarea
de ocultar atrocidades en pos del beneficio propio. Esto, por supuesto,
no indemniza a los reyes de España de toda culpa. Sus intensiones eran
muy claras: fortuna por encima de todo y de todos. El fin justificaba
los medios y, en realidad, muchas veces se hacían la vista gorda cuando
les tocaba enterarse de alguna aberración cometida por sus gentes,
especialmente de aquellas influyentes.
No es secreto para nadie la abominable
manera de sometimiento que se utilizó para alcanzar el objetivo de
colonización en las Indias. Nuestra historia está repleta de episodios
sanguinarios y despóticos, de injusticias coloniales que hasta el sol de
hoy pretenden carcomer los pilares culturales. Tiranos todos, podría
decirse de los “conquistadores” que pisaron estas tierras, pero como es
común, siempre existe un “chivo expiatorio” al que se le adjudican todos
los males para tratar de pasar desapercibidos muchos otros. Este es el
caso del Tirano Aguirre, un hombre que arrastraba una tremenda
frustración por haber pasado al olvido después de sacrificar sus años en
pos de las arcas imperiales. Un blanco fácil decíase “…de casi
cincuenta años, muy pequeño y poca persona; mal agestado, la cara
pequeña y chupada; los ojos que si miraban de hito le estaban bullendo
en el casco, en especial cuando estaba enojado… Fue gran sufridor de
trabajos, especialmente del sueño, que en todo el tiempo de su tiranía
pocas veces le vieron dormir, sino era algún rato del día, que siempre
le hallaban velando. Caminaba mucho a pie y cargado con mucho peso;
sufría continuamente muchas armas a cuestas; muchas veces andaba con dos
cotas bien pesadas, y espada y daga y celada de acero, y su arcabuz o
lanza en la mano; otras veces un peto" [i], como lo describe Vásquez.
O también como lo ha descrito Alberto Miramón: “Bien
ceñida, lo mismo que la espada, llevó siempre la vida este español. Si
Dios le dio fornido brazo, la adversidad, como fragua de espadero
toledano, endurecióle muy presto los aceros del alma. "Vi a este Lope de
Aguirre -dice un contemporáneo- sentado en una tienda de un sastre
vizcaíno, que en comenzando a hablar, hundía toda la calle a voces".
¿Puede darse imagen más jacarandosa y exacta del cabecilla en cierne?...
¿Fue en verdad sólo un tirano cruel y sanguinario -tirano llamaban
entonces los españoles a los rebeldes contra la autoridad real- o, más
bien, un precursor remoto de la independencia del Continente?”[ii].
En realidad e indiscutiblemente, una herencia colonial de nuestra
historia. Una imagen del mal idealizada en la memoria popular.
En su currículo se albergan numerosos
hechos violentos entre los que se cuentan por autoría directa u orden
suya 72 asesinatos: 64 españoles, entre militares y civiles, tres
sacerdotes, cuatro mujeres y un indio. Es cierto que desarrolló una
personalidad paranoica y cruel. Estaba obsesionado que lo iban a matar y
no estaba tan equivocado. Sentía la traición lamiéndole los talones y a
la menor insinuación mataba sin contemplación. Casi no dormía y cuando
lo hacía, era vestido y armado cerrando un solo ojo. El hambre, el miedo
y la desolación amazónica arrecia su estado y termina matando por
deserción, falta de entusiasmo, o cualquier cosa que para él se
traduciría, tarde o temprano en una traición. Era un hombre astuto y
hábil. Con ideas claras sobre su posición en la vida. Fue, sino el
único, el de los primeros en hacerle frente a la imperio español, en su
ya "famosa carta de rebeldía al rey” desconociendo la autoridad
monárquica y acusándolos de todos los males y sufrimientos generados
bajo su mandato en las Indias. Ofreció un trato basado en el respeto a
los hombres que lo acompañaban, instaurando igualdad de derechos entre
los tripulantes Negros, Indios, Españoles y Vascos. Cosa que
escandalizaba sobremanera en esos tiempos y no se pensaba otra cosa en
que estaba completamente loco y así corría la voz. “…"Aquí el que dice la verdad es tratado de loco". Palabras de Aguirre…” [iii]. Y que razón tenía.
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La “leyenda negra” del Tirano empieza
desde muy temprano por allá por los años 1539. Ese fue el año en que se
estima la llegada de Lope de Aguirre a Venezuela, pues antes de esa
fecha aparece su nombre en distintas actividades y en varios documentos
(al servicio del gobernador Pedro Heredia; en un naufragio cerca de La
Habana; y reembarcado hacia América en 1539) pero su identidad nunca fue
confirmada.
Confirmado si está que Lope de Aguirre
nació en el Valle de Araotz, Señorío de Oñate (Guipúzcoa), para ese
tiempo Reino de Castilla, hoy País Vasco, entre los años 1511 y 1515,
siendo el segundo hijo de una familia acomodada pero no rica. La
herencia estaba destinada a su hermano mayor por lo que tenía dos
opciones, el sacerdocio o el hacer fortuna por su cuenta en la ciudad o
en América. Vive un tiempo en la Sevilla del siglo XVI en la que aprende
el oficio de domador de caballos, sin dejar de escuchar increíbles
historias sobre las riquezas y aventuras del Nuevo Mundo. Justamente
cada primavera partía de Sevilla la Carrera de Nueva España (rumbo a
Veracruz y otros puertos de América Central y las Antillas), y la
Carrera de Tierra Firme (hacia Cartagena de Indias y Porto Bello o
Nombre de Dios). Es entonces que Aguirre, alrededor de sus veinte años
embarca hacia América, en 1534, perdiéndosele el rastro por varios años.
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Batalla de Chuquinga. Según un grabado de las Décadas Crédito: De Antonio de Herrera. |
Reaparece nuevamente su nombre
relacionado en la fundación de varias ciudades, acompañando a Melchor
Verdugo en sus andanzas por las selvas de Nicaragua y en las
expediciones a Tarija y Los Chuchos. En las múltiples disputas que se
batían entre los conquistadores del Perú por la repartición de las
tierras y riquezas del Imperio de los Incas, en sí las llamadas Guerras
Civiles del Perú (siempre en el bando realista); participando en la
batalla de Las Salinas; la expedición de Diego de Rojas; la batalla de
Chupas a favor de Vaca de Castro contra Diego de Almagro; con Núñez de
Vela contra Gonzalo Pizarro y Francisco de Carvajal; en la batalla de
Jaquijaguana, y en la guerra de Gonzalo Pizarro contra Pedro de la
Gasca. Luego de la derrota de Núñez Vela en 1546, Lope de Aguirre huye a
Nicaragua pero cuando en 1551 regresa a Potosí –entonces perteneciente a
Perú-, es arrestado y azotado públicamente. “Se cuenta que en
Potosí es prendido y azotado por orden del juez Esquivel acusado de
infringir las leyes que protegían a los indios. Dice su leyenda que
Aguirre caminó descalzo tres años y cuatro meses hasta que, finalizado
el mandato del juez, se venga apuñalándolo mientras dormía. A
continuación huye disfrazado de negro y se refugia en Guamanga y
posteriormente en Tucumán” [iv],
tierra Argentina. Luego en Charcas, participa en la sublevación del
Cuzco contra el tercer virrey Antonio de Mendoza en 1552. Era la
sublevación de Baltasar de Castilla fraguada en la ciudad de La Plata,
durante la cual se asesina al corregidor de Charcas, Pedro de Hinojosa.
Todos los implicados son perseguidos y sentenciados. Esto le vale una
condena a muerte, pero Aguirre logra huir y pasa un largo año encerrado
en una cueva a punta de pan y raíces. Recibe la caritativa ayuda de
algunos amigos hasta que el Corregidor del Cuzco y Justicia Mayor,
Alonso de Alvarado, le otorga el perdón a cambio de su colaboración en
el alzamiento de Francisco Hernández Girón.
Desde estos tiempos empieza a ser
conocido como "Aguirre el loco", por sus arremetidas, su conducta
insumisa, su alocada personalidad, bravía, táctica y obstinada. En la
famosa batalla de Chuquinga, última rebelión de encomenderos encabezada
por Hernández Girón, pierde prácticamente en su totalidad el pie derecho
y recibe graves quemaduras de arcabuz en ambas manos. Así, después de
veinticinco años de luchas a favor de la Corona, se ve a sí mismo como
un viejo de casi cincuenta años (edad bastante avanzada para el siglo
XVI), sin fortuna ni gloria, lisiado y deformado por las constantes
batallas, todas sus aspiraciones desechas, y profundamente insatisfecho
de su condición y su vida. Sólo tiene a Elvira, su hija, el más preciado
de los tesoros, retoño nacido de algún amor con una india o una negra
en una noche eterna y abandonada.
Su vida empieza a cambiar en 1559, el
día en que se enrola en una expedición encomendada por el virrey del
Perú a Pedro de Urzúa, natural de Bozate (Valle del Baztan en Navarra,
Euskal Herría) para ir en busca de El Dorado: aquel quimérico lugar que
los Incas aseguraban existía para librarse de la devastación y el
terrible saqueo al que eran sometidos. Es así que estando ya todo listo,
de Santa Cruz de Saposoa zarpa finalmente en septiembre de 1560 la
expedición que debía seguir las aguas del río Amazonas hacia el país de
Omagua, "El País donde todo es de oro". En tres bergantines con una
tripulación de cuatrocientos infantes: 300 soldados, varios cientos de
indios y esclavos junto a sesenta caballos, comienzan a descender los
ríos Huallaga-Marañón-Amazonas.
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“Los hombres que se habían sumado a
la empresa de don Pedro de Urzúa eran del más negro pelambre que es dado
imaginar: asesinos, prófugos, condenados a muerte que por ese medio
salvaban el pellejo, trapaceros y, en fin, la más surtida representación
de la peor estofa. Antes de proseguir la jornada no le faltaron amigos a
Urzúa que le hicieron ver la conveniencia de desprenderse de una docena
de hombres de quienes no se debía fiar, por su fama de promovedores y
más culpados cómplices en las pasadas alteraciones del Perú, y como
tales, no cabiendo allá, iban en busca de otra nueva donde pudieran
hacer de las suyas. Particularmente le señalaban algunos a Lope de
Aguirre... Pero el Gobernador estaba ciego y sordo. El espejismo de El
Dorado le hacía olvidar la realidad”[v].
Y también lo hacía la belleza mulata de Doña Inés de Atienza, una joven
viuda que había recogido en su paso por Trujillo alentado por la
presencia de Elvira, la hija de Aguirre. Decían que la viuda tenía
enloquecido a Urzúa; “…que estaba "completamente loco por Doña Inés y que no gobernaba más que con ella, adormitado por los hechizos de su belleza”[vi].
Desde el inicio esta expedición arranca
con mal pie. Bajo una lluvia torrencial Urzúa manda a construir siete
bergantines más y cuatro chatas, que por la premura se destrozan en los
primeros kilómetros del rio teniendo que deshacerse de la mitad del
ganado y los caballos. Terminan viajando en lentas y pesadas balsas
comiendo palomas, tortugas y lagartos. Con los días, Urzúa se torna
agresivo imponiendo castigos incoherentes y medidas absurdas. La
tripulación empieza a manifestar su inconformidad y un ambiente
truculento reina en las embarcaciones. El panorama se ennegrece cuando
avistan en la costa, hileras de calaveras clavadas de las tribus
antropófagas, sumándose las interminables lluvias, la humedad, las
pirañas y los cocodrilos en celo, los mosquitos, la escases de alimento…
“El descontento de la tropa va en aumento y muchos piden
volver a Perú. Ursúa hace caso omiso y se empecina en continuar el
viaje, desoyendo a sus hombres; llega a encadenar a un noble español y a
hacerlo remar con los esclavos negros. (…) Su principal ocupación era
acostarse con su amante, Inés de Atienza; al hechizo de su belleza
mestiza achacan los supersticiosos soldados la enfermedad de Ursúa,
descrita como melancolía o humor negro, términos que servían en la época
para englobar un elevado número de trastornos mentales, y que
probablemente fuese una depresión”[vii].
Era todo un desastre y Urzúa ya no podía seguir al mando. Un grupo de
hombres en el que estaba Aguirre deciden eliminarlo. Lo matan a
cuchillazos y golpes y, a partir de ese momento, una serie de hechos
violentos empiezan a desencadenarse.
Una vez desaparecido Urzúa, Aguirre se
autoproclama Maese de Campo y nombra gobernador a Fernando de Guzmán, un
joven noble de 25 años natural de Sevilla, que nada sabía de
expediciones y mucho de ansias de poder. Escriben una carta al Rey,
Felipe II exponiendo los motivos del motín, y Aguirre la firma como
"Lope de Aguirre, traidor", manifestando que ahora son todos traidores
al rey y como tales, están en su contra. Pero esto no amaina los
rencores, las envidias y los miedos que se juegan en el centro de la
pasión. Ahora los capitanes se pelean, no sólo por los favores de Inés,
sino por los puestos de poder. El nuevo gobernador empieza a lucir sus
afiladas y ambiciosas garras mientras que Aguirre maquina
permanentemente cómo alcanzar el poder. Ahora nombra a don Fernando
"Príncipe de Tierra Firme, Perú y Chile" para disimular sus verdaderos
objetivos y andar a sus anchas sin levantar sospecha. Pero tantos fueron
sus excesos que don Fernando le quita el cargo de Maestre de Campo
nombrándolo solamente Capitán a Caballo. Aguirre enfurece. Pero astuto
disimula ante la promesa que le hace aquel de casar a su hija mestiza
con su hermano don Martín de Guzmán, quien vivía en el Perú. "Con
este presupuesto empezó a tratar a la moza de doña y de cuñada e hízole
grandes caricias y regalos, entre estos ciertas joyas de oro y una ropa
de seda que se encontraron en el cofre de Ursúa…" [viii].
Sin embargo, paciente, esperó el mejor momento. Armó a 40 hombres que
escoge cuidadosamente, quienes a su vez eran confidentes suyos y espías.
En trabajos de rutina van descubriendo una confabulación en su contra y
Aguirre no vacila en asesinar drásticamente a todos los implicados,
incluidos los dudosos. Así, elimina a “…el cura Henao (al que consideraba sospechoso), a Inés de Atienza (a la que despreciaba), y por último al propio Guzmán” [ix],
un 22 de mayo de 1561, ese hombre que se había vuelto pomposo y
distante, y que a la ligera repartía cargos con altísimos sueldos
pagaderos al llegar a Tierra Firme.
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Ahora Aguirre es el único caudillo de la
tripulación a la que nombra “los fuertes Marañones” y se nombraría a sí
mismo Capitán General: Lope de Aguirre, la ira de Dios, Príncipe de la
Libertad y del Reino de Tierra Firme. Ya no cree en el Dorado. Su idea
es conquistar Perú desde Panamá y declarar un reino independiente fuera
del dominio de Felipe II. Da la orden del cambio dejando atrás la
ilusión que aún mantenía vivos a sus hombres. Ahora el terror y una
profunda desesperanza los embarga. Para el escritor Arturo Uslar Pietri,
en la alucinante y sombría aventura: “Fuerzas desconocidas los
atan, los arrastran, los llevan suspendidos en la zarabanda de aquella
jornada sangrienta que no concluye. Cada alto está marcado con la sangre
de los asesinados. Es como si sobre todos aquellos hombres hubiese
caído el imperio de un maleficio. Se despertaban con sobresalto en las
noches creyendo oír gritos de agonía, ahogados clamores pidiendo
confesión. Ya no pueden hablar sino en voz alta, porque Aguirre ha dado
bando prohibiendo que se hagan corrillos y que se digan secretos”[x].
En efecto, su paranoia iba en aumento
conforme transcurrían los días. La expedición prosigue su marcha por el
río Amazonas o Marañón mientras que la noticia de desacato llega hasta
la corte ibérica. Dicen los historiadores que al enterarse, Felipe II se
mordió los labios hasta hacerlos sangrar, “…por la osadía de ese
desconocido vasco excéntrico, que en los confines de su reino universal y
absoluto, y al cobijo de la sombra de una selva lejana y misteriosa,
apenas señalada con un blanco de incógnito en los mapas imperiales, se
atrevía a vociferar "...Me desnaturo de los reynos despaña y niego al
rrey don Felipe, pesándome mucho lo que le he servido y aún de lo que le
sirvieron mis pasados"[xi].
Después de perderse en un laberinto de
islotes y corrientes encontradas en la desembocadura del río, por fin se
encuentran los barcos de Lope y sus Marañones en mar abierto y empiezan
a bordear las costas. El 20 de junio de 1561 divisan una llamativa isla
y sigilosamente se acercan. Estaban frente a la Isla de Margarita,
famosa por sus perlas madres y otras riquezas, ahora desmantelada y
prácticamente abandonada. Al ser vistos, el gobernador Juan de
Villandrado se apresuró a enviar algunos hombres en botes para obtener
información. En cubierta, los orientales sólo vieron una pantalla de
hombres enfermos y hambrientos, mientras que el resto de la tripulación
se atrincheraba en el casco. Regresaron los hombres de Villandrado con
las provisiones comestibles que les habían solicitado, algunas mantas y
medicinas. Al día siguiente, el propio gobernador acudió a visitar a los
recién llegados con toda una comitiva. El Príncipe de la Libertad se
mostraba agradecido. Pero, finalizados los saludos de rigor, Aguirre
repentinamente dio la orden de asalto. Desarmaron a todas las
autoridades presentes y las asesinaron. Un grupo de soldados desembarca
en la bahía que hoy lleva su nombre, y al grito de ¡Libertad!, ¡Viva
Lope de Aguirre! llegan hasta el Fortín de Margarita y lo toman sin
dificultad.
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El desembarque de Aguirre y sus
marañones fue brutal y sanguinario. Se dice que mataron cerca de 50
personas incluidas el gobernador, frailes, mujeres y ancianos, a los que
colgaron a lo largo de la bahía “El Tirano” para que sus cuerpos
sirvieran de blanco a los arcabuceros. A estas alturas ya Lope había
perdido el juicio. Los destellos psicópatas de su mente aturdida no
tenían freno. La Audiencia de Santo Domingo al mando del fraile
Montesino, envía unas embarcaciones con hombres de Puerto Rico,
Cartagena y Nueva Granada para tratar de mediar el conflicto. Lope envía
a Pedro de Munguía, capitán de su confianza, para llegar a un acuerdo
con las autoridades eclesiásticas. Le envía a Montesino la promesa de
hacerlo Papa cuando conquiste el Perú, pero los días pasan y por fin un
nativo que llega en piragua le informa que Munguía y los 14 hombres a su
mando desertaron uniéndose al bando realista.
Esto lo encoleriza y le hace cambiar de
estrategia. Sabía que Munguía había delatado sus planes y decide
conquistar el Perú por tierra y no por mar como lo habían planificado.
Manda a quemar sus propios bergantines para asegurarse que ningún otro
Marañón pensara en la huida. Hace distribuir a lo largo de toda la costa
pequeños cañones que asustan finalmente al fraile Montesino que sin
desembarcar se devuelve. Después de destruir haciendas y caseríos de
Margarita se adueñan de cuatro nuevos barcos, levantan la bandera negra
con dos espadas cruzadas en cada mástil y, el 31 de agosto de 1561
emprenden viaje hacia el puerto de Borburata, cerca de la ciudad de
Valencia. Arriban el 7 de septiembre con el objetivo de atravesar la
gobernación de Venezuela -pasando por Nueva Valencia y Barquisimeto-, y
el Nuevo reino de Granada, hoy Colombia. Una vez desembarcados vuelve a
ordenar el incendio de las naves. Inician el recorrido terrestre
mientras que en el Tocuyo, se organizaban tropas realistas al mando del
capitán Gutiérrez de la Peña para perseguir al subversivo.
Atraviesan selvas y sabanas desoladas.
La fama del Tirano Aguirre y su horda atribulada ya se conocía en toda
Venezuela. El miedo crecía en el corazón de los pueblos que iban
abandonando a medida que el Tirano se acercaba. Algo similar ocurría
pero en el corazón de las huestes de Aguirre. Uno a uno iba desertando
de esa violencia delirante que como bola de nieve aumentaba
desproporcionadamente. Enloquecido y apasionado "Quemó tres pueblos e
vino atalando la tierra y apregonó guerra contra su Magestad a fuego y
sangre...". En el camino hacia Nueva Valencia ajustició a todos los
sospechoso de planear la fuga y escribió la famosa carta a Felipe II,
por muchos considerada la primera Declaración de Independencia Colonial.
Allí expuso las razones de su rebeldía frente a la corona española y
sus pensamientos no tan desvariados ni tan equivocados como se pensaba:
...yo, por no poder sufrir más las
crueldades de tu obediencia y, desnaturalizándome con ellos de nuestra
tierra, que es España, voy a hacerte la más cruel guerra que nuestras
fuerzas pueden sustentar y sufrir, y esto cree, rey y señor, nos obliga a
hacerlo el no poder sufrir los grandes apremios y castigos injustos que
nos dan tus ministros...
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En Barquisimeto como en Nueva Valencia
del Rey, encontró todas las casas deshabitadas. Una cédula real lo
esperaba en lugar visible? con el perdón del sentenciado que había
dejado el gobernador de la ciudad en su temerosa y precipitada huida.
Esto descompone a Aguirre, que exclama, "...aborrezco tal perdón y aún su Magestad me es odioso... somos gente que deseamos poco vivir" [xii].
Era el 22 de octubre y las tropas reales los estaban rodeando. Cada vez
eran más personas dispuestos a hacerles frente. Algunos soldados
rebeldes comenzaron a desertar disimuladamente, presos del terror, de la
hambruna y la angustia. Lope encoleriza y aumentan las ejecuciones
dentro de su tropa que diezmada y cercada, logran resguardarse en el
interior de una pequeña fortaleza. “De los 300 hombres con que
partió Urzúa de las tierras del Perú sobrevivirían a Barquisemeto 174,
sucumbiendo anteriormente 66 por garrote, arcabuz, cuchillo, soga y
árbol, y otros 60 por enfermedades y, literalmente, de hambre. Muchos
por propia mano de Lope de Aguirre, el "rebelde hasta la muerte por tu
yngratitud", como le enrostraría a Felipe II" [xiii].
Abandonado por sus marañones
sobrevivientes, queda solo Aguirre con tres o cuatro hombres junto a su
hija de 15 años, su doncella María de Arriala y la Torralba, servidora
de antigua data. Desesperado por el hambre y rodeado de las tropas
leales a Castilla, Lope de Aguirre entendió que su fin estaba en puerta.
Por su mente pasó una de sus ideas más truculentas. Y llegando hasta su
hija le dice: "Hija mía muy amada, bien pensé casarte y verte gran
señora; pero no lo han querido mis pecados. Y ves cómo todos se pasaron y
me han dejado solo. Confiésate con Dios que no es justo que quedes en
el mundo para que ningún bellaco goce tu beldad, ni te baldone
llamándote hija del tirano Aguirre...", desenvaina su puñal y le ciega la vida. Así la relata fray Pedro Simón el momento: “Viéndose
Aguirre ya desamparado de todos, y que sólo le hazía lado el Llamoso,
Capitán de su munición, le dixo; que por qué no se yva con los demás, a
gozar de los perdones del Rey; pero respondióle otra vez lo que hemos
visto arriba, que lo quería acompañar hasta la muerte; y no replicándole
a esto nada el Aguirre, se entró en el aposento, ya sin ánimo, y todo
cortado donde estava su hija (que era ya mujer) en compañía de otra, que
se llamava la Torralva, natural de Molina de Aragón, en Castilla, que
avía baxajo del Pirú, siguiendo la jornada; (…) y poniéndole el demonio
en el pensamiento, que matara a la hija, para que se acabara de llenar
el vaso de sus maldades, se determinó a ello, y le dixo: Encomiéndate,
hija, a Dios, porque te quiero matar; y diciéndole ella: ¿Por qué,
señor? respondió: porque no te veas vituperada, ni en poder de quien te
diga hija de un traydor. Procuró reparar esta muerte la Torralva,
quitándole el arcabuz al Aguirre, con que la quería matar: pero no por
essa se excusó el dársela, pues metiendo mano el traydor a una daga que
traya, le dio de puñaladas, y quitó la vida” [xiv].
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Entraron en el recinto los que le
buscaban. Aguirre no hizo resistencia y más aconsejó para su honra
cortarle la cabeza. El Maese de Campo Diego García de Paredes, no le
parece mal el consejo y manda a disparar los arcabuces. Muere Lope de
Aguirre de manos de dos de sus propios Marañones un 27 de octubre de
1561. “Después de muerto le cortaron la cabeza y
descuartizaron su cuerpo. Su cabeza fue puesta en una jaula de hierro en
el Tocuyo para que la gente viese la cabeza de la que brotaban tan
"perversas maquinaciones". Su mano derecha fue enviada a la ciudad de
Mérida y la izquierda a la Valencia. (Barquisimeto, Tocuyo, Mérida y
Valencia son actualmente ciudades venezolanas) El resto del cuerpo fue
echado como comida a los perros” [xv].
[i] Iakob Zvanev, Lope de Aguirre, el Príncipe de la libertad. Documento On line en: http://www.elortiba.org/aguirre.html
[ii]
Biografía de Sarda y cronicón del Nuevo Mundo - Alberto Miramón. La
aventura amazónica del tirano Aguirre. Documento On line en: http://www.elortiba.org/aguirre.html
[iii]
Lope de Aguirre, la ira de Dios. En Coro a doce de diciembre de 1561.
"Muy alto y muy poderoso señor. Besa los pies a Vuestra Majestad su
menor Capellán. El Electo Obispo de Venezuela, fray Pedro de Agreda -
(firmado y rubricado). © Copyright 2002 by Pastoloco.com, Inc. Documento
On line en: http://www.elortiba.org/aguirre.html
[iv] Iakob Zvanev, Lope de Aguirre, el Príncipe de la libertad. Documento On line en: http://www.elortiba.org/aguirre.html
[v]
Biografía de Sarda y cronicón del Nuevo Mundo - Alberto Miramón. La
aventura amazónica del tirano Aguirre. Documento On line en: http://www.elortiba.org/aguirre.html
[vi]
Horacio Sacco. La onírica e increíble expedición de Lope de Aguirre por
el río Amazonas. [Relato histórico]. Documento On line en: http://www.elortiba.org/aguirre.html
[vii] Iakob Zvanev, Lope de Aguirre, el Príncipe de la libertad. Documento On line en: http://www.elortiba.org/aguirre.html
[viii]
Biografía de Sarda y cronicón del Nuevo Mundo - Alberto Miramón. La
aventura amazónica del tirano Aguirre. Documento On line en: http://www.elortiba.org/aguirre.html
[ix] Iakob Zvanev, Lope de Aguirre, el Príncipe de la libertad. Documento On line en: http://www.elortiba.org/aguirre.html
[x] Ignacio Arellano, catedrático de Literatura, premio Rivadeneyra
[xi]
Horacio Sacco. La onírica e increíble expedición de Lope de Aguirre por
el río Amazonas. [Relato histórico]. Documento On line en: http://www.elortiba.org/aguirre.html
[xii] Ídem, Ibídem
[xiii] Ídem, Ibídem?
[xiv] Fray Pedro Simón (1626). Sobre la muerte del tirano Aguirre. Documento On line en: http://www.elortiba.org/aguirre.html
[xv]
Lope de Aguirre, la ira de Dios. En Coro a doce de diciembre de 1561.
"Muy alto y muy poderoso señor. Besa los pies a Vuestra Majestad su
menor Capellán. El Electo Obispo de Venezuela, fray Pedro de Agreda -
(firmado y rubricado). © Copyright 2002 by Pastoloco.com, Inc. Documento
On line en: http://www.elortiba.org/aguirre.html
http://www.elortiba.org/aguirre.html
http://editorjc.wordpress.com/category/tirano-aguirre/
http://www.efemeridesvenezolanas.com/html/aguirre.htm
http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/modosycostumbres/crucahis/crucahis103.htm
http://www.elperiodiquito.com/article/9262/Cuando-el-tirano-Aguirre-se-qued--con-los-crespos-hechos
http://www.mgar.net/var/aguirre.htm
http://universalia.usb.ve/anteriores/universalia29/principe.html
http://tedejo2.wordpress.com/bolivar-y-los-piratas/?
http://wiltorto.blogspot.com/2011_03_01_archive.html?
http://losmasgrandesdelahistoria.blogspot.com/2008/07/lope-de-aguirre-la-ira-de-dios-el.html?
http://www.corneta.org/no_87/lectura_dramatizada__luis_britto_garcia_en_el_tirano_de_aguirre.html?
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